De frente a unos gigantes. De frente al pasado, mudo pero parlante. En esa inmensidad, se concentra lo que somos y lo que fuimos. La posibilidad de lo que seremos si nos conocemos. Los restos arqueológicos que hay a lo largo de México nos ofrecen la posibilidad de dar vuelta la hoja para atrás e interesarnos por los que nos antecedieron. Siempre a través de formas asombrosas, como es el caso de los Atlantes de Tula.
¿Qué son y que representan estas colosales piedras que se encuentran allí, de pie, en la nada misma? Se trata de esculturas que cuentan con 4 partes y que provienen de la época de los toltecas. Aunque las mismas representan a guerreros, fáciles de distinguir por la presencia de elementos como plumas, cuchillos, flechas y coronas de plumas, se trata de expresiones de arte, utilizadas en gran medida para sostener techumbres más que para espantar a los enemigos.
Estas figuras de piedra se encuentran en la Zona Arqueológica de Tula, ciudad ubicada en el estado de Hidalgo, y cuyo nombre hace referencia a “lugar de Tules o Juncos”, apelando a la facilidad con que crecían estas plantas gracias a la presencia de agua abundante proveniente del río Tula.
Los 4 monumentos están ubicados en la parte superior de la Pirámide B o también llamada Templo de Tlahuizcalpantecutli, “Estrella de la Mañana” en idioma náhuatl. Sin dudas, al subir allí no sólo llaman la atención dichas figuras sino también el asombroso panorama que se abre delante de los ojos.
El período de gracia de Tula está vinculado con la caída de Teotihuacán y el esplendor se fue gradual, con motivo de las diversas migraciones de comunidades que venían de diferentes puntos. Al principio, las mismas se ubican en el “Tula Chico” y luego el espacio se fue ampliando. Asimismo, esto mismo trajo como consecuencia que Tula fuera un conglomerado interesante de costumbres y hábitos. Especialmente se destacaron los nonoalca y los chichimecas. Por supuesto, la armonía no duró para siempre y luego empezaron las peleas por lo cual muchos grupos fueron derrotados y se desplazaron. Luego Tula se convirtió en un centro ceremonial.
Los 4 Atlantes miden 4.60 metros y en su pecho poseen una representación de una mariposa de fuego estilizada, que se corresponde con el “Dios Precioso”, cuyo elemento es el fuego. Aunque también se dice que en otras culturas el símbolo pertenece al Dios Viejo, especialmente para los mexicas. Sin dudas, la fusión de estos aspectos guerra y religión, da cuenta de su convivencia en el mundo de antes.
Ellos son los custodios de la Pirámide B, dedicada al dios Quetzacoatl, lugar en donde se encontraron también otros símbolos, como animales, referidos a la guerra.
Además en el conjunto arquitectónico de Tula se encontró el llamado Palacio Quemado, denominado así por los investigadores, ya que se detectaron signos de que se produjo un incendio. Este Palacio tenía grandes columnas, numerosas figuras talladas y 3 patios. Además cerca de allí también se encontraron campos de juego de pelota y una figura de Chac Mool. Por otro lado, la Plaza Principal. También produjo sus sorpresas, ya que debajo de ella había un escondite con vasijas.
Sin dudas, cada uno de los tesoros encontrados aquí son testimonios de las civilizaciones que nos antecedieron. ¡Vale la pena una visita! Y si estás en DF, no hay excusas ya que ambos lugares no están separados por tantos kilómetros.
DATO CURIOSO: Uno de los Atlantes es una réplica, ya que el original se encuentra en el Museo Nacional de Antropología de la CDMX.